País: Perú
¿De qué trata? Cuenta la historia de un aspirante de cocina que, siguiendo las disparatadas sugerencias de dos brujos (charlatanes, curanderos), decide participar y ganar el Concurso Nacional de Cocina con una receta secreta que ellos le recomiendan. Dentro de la receta, se compromete públicamente a bajar en persona al fondo del mar, encontrar a un tiburón dormilón, despertarlo y hacerlo cebiche. En el camino enfrentará a muchos enemigos, pero su mayor riesgo será sumergirse sin jaula dentro de un cardumen de tiburones.
- sancochado sin rumbo
Muchos personajes. Un product placement tosco y poco creativo. Un mensaje sin forma ni fondo. Humor sin gracia. Un sinfín de frases que podrían aparecer sin halagar un poquito a esta nueva cinta nacional, que ha sido "promocionada" como la súper producción del año. Y vaya que lo es, ya que cuenta con un amplio elenco de actores y rostros conocidos, que valoran esa idea de "cantidad no es calidad", y no me refiero al talento de los actores, sino a la poca capacidad de quién los dirige.
No hay mucho que contar sobre la película. Pareciera un espacio contratado en pantalla grande en donde rostros de la TV peruana se muestran en contados segundos con la finalidad de que se justifique su presencia en el cartel. Ellos se entremezclan con talentosos actores que lucen perdidos, apáticos, sin mucho brillo y eso da un poco de cólera, porque al final de cuentas todos ellos terminan en el mismo saco.
La historia es un sancochado de clips que no sigue ningún rumbo. El concepto culinario aparece en pocos minutos. El mensaje ecologista se siente como un chiste mal contado. Las situaciones cómicas son forzadas y sin astucia. La exageración de la publicidad dentro de la película es absurda y me causó risa. Existen formas más creativas para hacerlas, pero no... aquí no hay mucho esfuerzo.
Cebiche de Tiburón es un condensado de la TV basura. Porque así como existe la comida chatarra, ello se expande en otros ámbitos... en donde no sirve que la consumas tantas veces, igual no alimenta. Una lección que deberían aprender "las súper producciones": dejar de creer que el público es idiota e intentar arriesgarse un poquito más. No cuesta nada.
Dirigida por Daniel Winitzky.