Empiezo el año con la que es considerada la gran favorita para ganar el Óscar a Mejor Película Extranjera y que bueno.......  no me maravilló tanto como la crítica decía.

Su gran mérito es el ocultar un desgarrador drama en una comedia de humor negro. Se trata de una película muy realista. Muestra la ciudad, Bucarest, siendo usada por ejecutivos de grandes multinacionales viviendo una vida totalmente ajena a la de su población, dos mundos, no recalca la diferencia, simplemente la muestra. Es una película de gran comicidad a lo largo de sus 162 minutos de metraje.  

La película es audaz en muchos aspectos. El original humor del que hace gala, ridículo y grotesco en muchos momentos. Su ritmo lento y la sutilidad de aquello que cuenta hará desertar a muchos espectadores. Maren Ade, quien es autora del guion, relata de forma constante su trama, sin grandes sobresaltos hasta el clímax. Explora a la familia en esta relación entre padre e hija, intentando reconstruir unos lazos que prácticamente no existían.

La fórmula de los papeles contrapuestos unidos por la familia coge el mayor de los sentidos, la banalidad de ciertas actuaciones para unos es vida, para otros es perderla, hasta el punto de levantar remordimientos, aclarar las ideas y justificar lo contrapuesto. El guion juega con las paradojas de los antónimos en escenas largas pero con sentimiento.

Toni Erdmann se mueve bien entre la comedia y el drama. Y es que si algo destaca en ella es su elegancia, Maren Ade realiza una película en donde todo encaja como un guante y fluye con infinita delicadeza, haciendo que sus casi tres horas no se sientan. 

Dirigida por Maren Ade.