Es increíble la magia que desprende Meryl Streep en cada película donde actúa. Por más que no sea una cinta que gane miradas o atención, su sola presencia magnifica la película y logra que sea una delicia verla. 

El aspecto más destacable de la película es la gran actuación de la Streep que se transforma de arriba a abajo en el personaje, es el centro de la historia (ya se huelen las nominaciones a los Globos de Oro, los Oscars y demás) , también están estupendos en su papel sus compañeros masculinos en el film Hugh Grant y sobre todo Simon Helberg, porque claro de sobra es sabido lo robaplanos que es Meryl.

Esta película es una comedia, sí, pero roza lo dramático y es intimista, sobre todo cuando Meryl Streep canta y el espectador sufre por las reacciones de la gente que lo escucha. De igual manera, su relación con Hugh Grant alcanza otro nivel de romanticismo, quizás de las mejores actuaciones del galán inglés, desvivido y acongojado a la vez por que Florence no sufra, un personaje excéntrico y entrañable de una inocencia mágica rayana en lo infantil pero que transmite unos valores de una época ya, tristemente, pasada. 

El responsable del film, el británico Stephen Frears dirige con el piloto automático consciente de que el principal aliciente de su propuesta está en sus dos divas, la real y la de ficción. Ante eso, sólo cabe dejarse llevar por la arrolladora personalidad de ambas y por la suntuosa puesta en escena. Frears acierta en el tono de farsa pero no consigue llevarlo más allá. A la película le falta emoción cuando se pone a abordar cuestiones más peliagudas como el debate de la impostura en el arte o la particular relación entre la cultura y sus mecenazgos. Y eso que el personaje clave, el patético canalla y aprovechado St Clair, me permitió disfrutar de una de las más acertadas interpretaciones que le he podido ver a Hugh Grant a lo largo de su carrera. 

Florence Foster Jenkins apela de manera recurrente a dos sentimientos: el amor y la compasión. Sobre esos dos ejes gira esta tierna biopic, la cual no pretende ir al hueso de la historia de quien da nombre a la película, para así encontrar mayores matices en los personajes, sino que prefiere hacer un vuelo raso para que la película esté más al tono de una comedia que de una comedia dramática. Entretenida y emotiva cuando tiene que emocionar, con buenas las actuaciones y una Meryl Streep que, para variar, no decepciona.

Dirigida por Stephen Frears.