Cuando el destino desmorona lo que veías como "futuro seguro", nacen las interrogantes de "qué hacer" "a dónde ir". Es lo que se nos cuenta en cierto modo en esta historia, en donde Luisa ha perdido de manera abrupta a su esposo y con dos pequeñas hijas bajo su cuidado, tendrá que encarar el presente en solitario y plantearse varios cuestionamientos sobre si es bueno o malo volver a empezar.

Con un impecable cuidado en lo que se refiera al rubro técnico, la historia se manifiesta en un blanco y negro imponente, teniendo como foco de atención a Erica Rivas, protagonista de la historia, quien se muestra dubitativa, temerosa y presa de los recuerdos de una familia que era feliz y que el destino se encargó de ponerla a prueba. 
La luz incidente pareciera que transcurre en los años 60, por los detalles que la dirección de arte muestra. Contada desde la interioridad de la protagonista, la historia tiene un tempo que se corresponde con el estado de duelo como aturdido en que se halla Luisa, que no necesita ponerse en palabras para hacerse manifiesto. La chance de cambio, de volver a nacer, de intentarlo de nuevo, está encarnado por un notable Marcelo Subiotto, un tipo que sabe lo que quiere y emerge como el antagonista de esa soledad que emana Luisa. 

Los miedos, fastidios y nostalgia de la protagonista se asoman cuando esta nueva oportunidad de vivir aparecen. La desconfianza ante lo nuevo le impide sonreír a cabalidad y la presión familiar acude para darle mayor peso a este galán que quiere mostrarle el nuevo camino a Luisa. La puesta en escena es espléndida, así como la fotografía de Guillermo Nieto, que captura las escenas familiares de modo tal que se siente como un ojo intruso, presente físicamente en el hogar de la protagonista. Los personajes desarrollan una relación con ella: se le acercan, se deslizan fuera de su alcance, le dan la espalda o la enfrentan. En la última escena la lente se aleja lentamente de la madre y sus hijas hacia la puerta de la casa, mientras desenfoca cada vez más la imagen familiar: el metraje ha concluido. La cámara abandona la intimidad de la casa de Luisa y con ella se cierra la ventana que había abierto hacia su interior, y a través de la cual el espectador oculto observa.

La Luz Incidente nos muestra esos reinicios que ocurren a veces en nuestra vida. Ese "volver a empezar" que no es tan sencillo como nos lo pintan. Todo lo contrario, cuesta decidir y quedar contento con ello. Eso se expresa en esta película, en donde la luz incidente refleja un panorama sombrío, lleno de dudas y sombras. 

Dirigida por Ariel Rotter.