Es agradable que cintas de otras lados del mundo lleguen a estrenarse en nuestro país. Conocer sobre un género, que pareciera ser made in USA, realizado en un país como Noruega, llama la atención pero no deja de ser tan parecido como las cintas hollywodenses. Sigue el patrón de la gran mayoría de películas de este género de catástrofes, donde se anuncia un futuro descalabro y por cosas de la vida, ocurre precisamente en esos instantes. Aquí va de la caída libre de montañas completas a un río, lo que provocaría una enorme ola de 85 metros que arrasaría con el pequeño pueblo turístico y sus habitantes.

La trama parece no haber tenido el presupuesto necesario para llevar a cabo la película y eso se nota ya que en ocasiones falta de una visión más real de los hechos, algo más de efectos visuales y un poco más de improvisación, pero si analizamos la película desde el punto de vista del entretenimiento, lo cierto es que logra mantener cierto grado grado de armonía, no llega a decepcionar ya que las expectativas no son demasiado altas, intenta semejarse a Lo imposible pero con una versión menos dramática de los hechos. Sus protagonistas son prototipos estandarizados que no logran salir del papel por el que fueron creados, muy esquematizados no logran alcanzar el rol del buen hacer, no son espantosas las interpretaciones pero listan muy lejos de lo que se puede esperar de este tipo de filmes.

Y es que si hay algo que imita mal de las cintas comerciales de desastres, es copiar los mismos estereotipos: debe existir una familia, que por supuesto se deben alejar lo máximo posible unos de otros para tener un abanico de sucesos a los cuales prestarle atención. También debe existir los problemas conyugales entre los miembros de dicho matrimonio, sino no quedaría bien el asunto. Y por último, que cada uno ejerza de héroe a su manera. Uno con sus compañeros de trabajo, otro con los clientes del hotel, otro en situaciones extremas, y así añadiremos a nuestro carrito de la compra más héroes que santificar.

Quizá sea por ello que la nacionalidad de la película pase desapercibida, ya que estamos viendo más de lo mismo, con todo lo que eso implica: sabemos qué pasará y cómo terminará. Cero sorpresas, cero giros inesperados.

La última ola es una interesante muestra de lo que se puede hacer en este tipo de género alrededor del mundo, pero que no ofrece algo novedoso. Con efectos especiales calculados, actuaciones regulares y una trama que resulta complaciente, es una cinta de ver y olvidar.

Dirigida por Roar Uthaug.