Es considerada como la revelación en la categoría de Mejor Película en los Premios Óscar. Y no es para menos, debido a que la historia romántica que aquí se cuenta, ha resultado del agrado para los miembros de la Academia y hay que ser sinceros, la película deja cierto mensaje que es efectivo en sus últimos 20 minutos.

Es una película realmente encantadora, y con una factura impecable que sin duda le da más puntos de los que hubiera merecido la misma historia contada en otro estilo. Es bonita, entretenida, emotiva, tiene una bella historia de amor, adapta una novela del prestigioso Colm Tóibín y, sobre todo, cuenta con un reparto inmaculado. Todos los actores están magníficos, pero si alguien merece especial mención es Saoirse Ronan, una chica que llevaba años siendo una promesa y que por fin se reivindica a sí misma como una de las mejores actrices de su generación. A lo largo de la cinta, su Eilis pasa de ser una niña frágil, sensible y confiada a una mujer adulta, orgullosa e independiente, y esta evolución es creíble gracias a su madurez interpretativa, a su capacidad de dar vida a un personaje mucho más complejo y matizado de lo que puede parecer a simple vista. Es una de esas actuaciones con las que llueven (merecidos) premios y nominaciones.

Si hay historias motivadoras, pocas lo son como “Brooklyn”. Su argumento fusiona tres temas: los inmigrantes, el romance y el crecimiento femenino, logrando un balance muy apacible en su narración. El personaje de Eilis es creado para vivir sus experiencias y encariñarnos a ella conforme avanza la historia. El espectador puede relacionarse (incluso, identificarse) y ser testigo de su evolución. Por parte de Nick Hornby (guion) y John Crowley (director) existe mucho tacto a la hora de representar la vida de la irlandesa. Lo que sí sorprende es que se la esté considerando en casi todos los rankings como una de las mejores películas del año. Sinceramente, tampoco es para tanto. Falla a la hora de resultar verdaderamente trascendente. Más que verdadera emoción en su narración, lo que hay es sentimentalismo, tópicos a granel, y un tono convencional que desprende frialdad por mucho que la música se empeñe en enfantizar los momentos "importantes" con notas cargadas de pasión.

Brooklyn no es la panacea que me habían prometido, más que nada porque no arriesga en ningún aspecto, de tal modo que si solo valorara la originalidad tendría que suspenderla, pero lo cierto es que tampoco comete errores. Es un trabajo que pisa sobre seguro y toca todos los palos a los que se acerca con seguridad y solvencia. Es sencilla, contenida y sobre todo, efectiva en actuaciones. 

Dirigida por John Crowley.