Al leer la sinopsis y darse cuenta que estamos ante una película protagonizada por un neumático asesino, la frase que llega a nuestra mente es "qué huevada es ésto!!"  La historia nos remite a los 80s, en donde los asesinos eran unos tomates  o masas gelatinosas que arrasaban con todo lo que había en su camino, incluyendo al ser humano. Sinceramente esperaba toparme con una trama estúpida o disparatada que me haga pensar que el director fumó de la mala y que por eso se le ocurrió tan hilarante historia, pero la historia tiene pies y cabeza. Eso es lo bueno.

Aprovechando que se basa en el ‘sinsentido’, se abren para la cinta las inmensas puertas del "todo vale"  y  que el director, Quentin Dupieux, no desperdicia la oportunidad de pasar sin dudar por éstas, que le habilitan para jugar con el espectador  y para facilitar a su neumático carta blanca para pasearse a su aire por el metraje. Así pues, se trata de una historia  que explota lo inverosímil como ninguna y arranca de él un humor peculiar pero simple que provocará, casi seguro y como mínimo, media docena de carcajadas.

"Rubber" no es una película de terror ni de comedia. Es cierto que algunas escenas te hacen reír, pero no creo que sea para tanto. Se atreve además a ir más lejos que sus propias referencias y, de forma honesta (porque no hay ni un solo momento en el que se intuya que Dupieux se cree por encima de su público) reflexiona sobre la realidad y la ficción con ciertos momentos de cine dentro del cine que terminan por redondear la propuesta. Marciana y única, esta pela es todo aquello que siempre quisiste ver en pantalla y nunca te atreviste a pedir. Una locura que podría haber salido mal (como en el caso de “Los tomates asesinos”) pero que afortunadamente, aquí, funciona perfectamente. Divertida e ingeniosa, vale su peso en oro a pesar de que no reinventa (ni siquiera lo intenta) el género.

Dirigida por Quentin Dupieux.